6 consejos para minimizar impacto ambiental al comer

Los incendios de este verano en Chile no dejaron indiferente a nadie. Creo que todos los chilenos nos retorcimos de dolor viendo las imágenes  de cómo se quemaba nuestro patrimonio natural, social, y cultural, y caímos frustrados frente a lo poco que se podía hacer ante el feroz poder destructivo del fuego.

Más allá de quiénes terminen teniendo la culpa de esta gran tragedia país, creo que es importante profundizar la conversación para analizar uno de los temas que siempre termina como el elefante en la pieza: el cambio climático. Sobre todo en el momento coyuntural que estamos viviendo con la asunción de Trump como presidente de Estados Unidos y sus políticas anti cambio climático.

Lo de Trump es un extremo sin lógica; negar el cambio climático a esta altura del partido de verdad que no tiene sentido y punto. Si bien en Chile se habla del tema (aunque no lo suficiente), estos desastres naturales de magnitudes nunca antes vistas nos recuerdan forzosamente que el cambio climático dejó de ser una amenaza del mañana y se convirtió en un desafío del presente.

cambio climatico y agricultura

Siempre que se habla de los efectos del cambio climático pareciera que es algo que afecta a otras personas en otro lado del planeta, pero no creemos que es un fenómeno que a nosotros, hoy en Chile, también nos puede afectar en cualquier momento. Inconscientemente seguimos creyendo que el cambio climático es un rollo de los ambientalistas y la gente pro medio ambiente, pero ya no señores. Hoy ese gran elefante en la pieza dejó de ser sólo un tema «verde» y se agrandó para transformarse en un tema social, económico, cultural, y de prevención de riesgos nunca antes dimensionados.

Este nuevo escenario nos saca de toda lógica antes aprendida para el manejo de crisis. Asumiendo que es sólo el comienzo, nos toca entonces prepararnos y tratar de entender la (i)lógica de estos nuevos desastres naturales, con el objetivo principal de prevenirlos a toda costa y minimizar su impacto lo más posible en caso de que lleguen a suceder. Tarea titánica sin duda, y que se la dejaremos a los especialistas en resiliencia y adaptación.

No obstante, hay cosas que nosotros podemos hacer todos los días para minimizar nuestra contribución al cambio climático; partiendo por lo que comemos. El sistema alimentario global está profundamente enraizado en las causas de la crisis ambiental que vivimos actualmente como humanidad. Es a su vez causa y efecto. La forma en que producimos la comida, dónde la cultivamos y qué hacemos con ella está relacionado a por lo menos 1/3 de las emisiones globales de CO2 a la atmósfera, que son las que producen el cambio climático.

La buena noticia es que este mismo sistema que hoy está roto, contiene la solución a sus propias fallas. Y somos nosotros como consumidores los que tenemos el poder de hacerlo, ya que por lo menos 3 o 4 veces al día, todos los días, tomamos decisiones de consumo relacionada a nuestra alimentación. Decisiones con las que premiamos o castigamos un sistema determinado de producción, la filosofía de una u otra empresa, y las políticas públicas asociadas a un modelo alimentario u otro.

Anna Lappe Diet Hot Planet

Como la tarea es de todos, acá les comparto un poco de inspiración sacada del libro Diet for a Hot Planet: The Climate Crisis at the End of Your Fork de Anna Lappé, una activista y escritora norteamericana a la cual tuve el privilegio de escuchar en vivo durante la conferencia The True Cost of American Food que asistí el año pasado en San Francisco.

6 Consejos Para Minimizar Tu Impacto Ambiental Al Comer 

  1. Pon las plantas al centro de tu plato: La producción de productos cárnicos y lácteos tiene uno de los impactos ambientales más grandes en la industria alimentaria. Según las Naciones Unidas, a nivel global sólo la producción de ganado es responsable de un 15% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, principalmente debido a los sistemas de producción intensiva, pero también a los productos asociados a la alimentación de ese ganado (ej. monocultivos de soya y maíz, harina de pescado, etc). La ganadería industrial también es intensiva en su uso de agua. En un estudio realizado el 2012 para determinar el uso de agua en diversos productos alimenticios, se determinó que la carne bovina tiene una huella hídrica seis veces mayor que las legumbres por cada gramo de proteína producida. Por todos estos impactos ambientales es importante consumir menos productos cárnicos y lácteos. Que los protagonistas de tu plato sean las plantas, incluyendo verduras de todos los colores y legumbres. Deja la carne y los lácteos como un acompañamiento y cuando quieras consumirlos, asegúrate de que los animales hayan sido criados en pastoreo libre, sin hormonas ni antibióticos.
  2. Escoge orgánico: Este es un tema que sigue siendo polémico para muchos. Hay quienes creen que los productos orgánicos son una farsa y otros que juran que es la panacea agrícola. En mi opinión, ni lo uno ni lo otro. Según la autora, los campos orgánicos requieren un uso menor de energía (30% menos) y generan menos gases de efecto invernadero comparado con los campos de agricultura convencional, debido a que no dependen del uso de agroquímicos derivados del petróleo, que serían los grandes responsables del alto uso energético y las emisiones de CO2 asociadas. Esto sin duda es positivo, pero no nos asegura que la producción esté libre de fertilizantes o aplicaciones de otros insumos autorizados por los estándares orgánicos. Tampoco nos asegura que la producción agrícola sea sustentable, por lo que en mi opinión, creo que es importante hacerle un doble click a las formas de cultivo más allá del sello orgánico, y entender cuál es la lógica que hay detrás. Un monocultivo ya sea convencional u orgánico, siempre va a ser un monocultivo y va a generar los mismos problemas de plagas y desgaste de suelo. Es como si nosotros sólo comiéramos lechugas en todas las comidas, todos los días, y todo el año; a la larga nuestro sistema terminaría debilitándose y tendríamos que incorporar remedios a nuestra vida diaria, ya sea convencionales u homeopáticos, pero remedios al fin y al cabo. Mucho más importante es que haya una mirada sistémica y agroecológica a la producción de alimentos, que involucre un esfuerzo por regenerar los suelos para que capturen más carbono, y restauren la biodiversidad del lugar.
  3.  Compra local y estacional: Cuando compramos comida que viene del otro lado del mundo hay un costo asociado a emisiones de carbono relacionadas con el transporte de esa comida que podríamos evitarnos si compráramos productos locales. Obviamente que siempre van a existir productos que vienen de otros países, como el cacao, el café, y algunas frutas tropicales, pero hay muchos otros productos que tienen una alternativa local a la que podemos optar. Esto además fortalece las economías y comunidades locales, el patrimonio alimentario de cada lugar y también la salud, ya que en general un producto local estará mucho más fresco que uno que ha viajado durante semanas en un container desde el otro lado del planeta. zapallos
  4. Opta por comida de verdad: Lo más probable es que si le dedicas un tiempo a cocinar en casa, estarás preparando comida de verdad, lo cual es lo mejor que puedes hacer para tu salud y la del planeta. La mayoría de los alimentos ultra procesados dependen de un ingrediente devastador: el aceite de palma. Esta aceite la encontramos en galletas dulces, productos salados, barras de granola, en la mantequilla de maní y hasta en la deliciosa Nutella (buuu!). ¿Cuál es la conexión entre el aceite de palma y el cambio climático? Bueno, pues que el 85% del aceite de palma es producida en Malasia e Indonesia, una de las zonas más ricas en biodiversidad del planeta y que ha sido diezmada en los últimos años a causa de los incendios forestales producidos por el hombre para despejar terrenos donde luego se plantaron los monocultivos de palmas. Sólo el 2015, los incendios de Indonesia causaron emisiones de CO2 mayores a todas las emisiones producidas por la actividad económica de Estados Unidos en el mismo período. Terrorífico.
  5. Reduce el desperdicio de alimentos: Prácticamente la mitad de la comida que se produce nunca llega a nuestros platos. Se queda en los campos por no cumplir estándares estéticos, se pierde en la etapa de distribución y procesamiento, no se vende en los supermercados, o se nos pudre en el refrigerador. Estos alimentos terminan en vertederos donde generan metano, un gas 23 veces más poderoso que el CO2 en cuanto a emisiones de efecto invernadero. Las Naciones Unidas estiman que las emisiones asociadas a la pérdida de alimentos a lo largo de toda la cadena, son la tercera fuente de emisiones más grande del mundo después de China y Estados Unidos. Para reducir tu desperdicio de alimentos, trata de planificar mejor tus compras, usar todas las sobras para crear nuevos platos, y finalmente compostar lo que realmente no puedas reutilizar.
  6. Elimina las bebidas: No sólo por el problema del azúcar y el impacto que eso tiene en tu dieta, sino por las botellas y los residuos plásticos que se generan con su consumo. Cada año se eliminan millones de botellas plásticas a la basura, muchas de las cuales terminan en el océano como plásticos fragmentados generando impactos más allá del uso de combustibles fósiles en su producción. La industria global de las bebidas dominada por Coca Cola y Pepsi, son los responsables de la enorme huella asociada a la producción de bebidas, incluyendo la generación de toneladas de desechos plásticos, gases de efecto invernadero, y millones de litros de agua. Todo para un producto que ni siquiera nos hace bien.

Principios adaptados de www.annalappe.com | www.realfoodmedia.org