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De todas las cosas nuevas que aprendí este año, el mundo de los suelos fue el descubrimiento más fascinante que puedo destacar. Desde principios del 2015 empecé a encontrarme con muchos artículos, videos y cursos que hablaban sobre el suelo. Y aunque en un principio me llamó la atención la cantidad de información disponible, no indagué más allá porque pensé que era un tema demasiado técnico para una persona que no proviene del mundo agrícola o científico.

Lo que eventualmente me llenó de curiosidad fue que la mayoría de estas publicaciones venían de medios y personalidades del mundo alimenticio, como The Sustainable Food Trust y Michael Pollan. Si bien me queda muy claro que para cultivar alimentos necesitamos suelos, hasta hace poco no entendía la relación fundamental que existe entre los suelos, la producción de alimentos, nuestra salud y la sustentabilidad del planeta.

NOCIONES EQUIVOCADAS
Como habitantes urbanos cada vez estamos más distanciados del suelo. Son muy escasas las oportunidades de meter las manos a la tierra y maravillarnos de la vida que existe en ella. El suelo que estamos acostumbrados a pisar es de cemento, lo cual nos aísla del verdadero suelo. Las verduras del supermercado vienen completamente limpias y sin rastros del suelo en el que crecieron, como si hubiesen germinado en un campo de algodón estéril.

Todo esto contribuye a que nuestra conexión con la tierra sea cada vez más débil, y por lo tanto no es sorpresa que estemos acostumbrados a pensar que la parte viva de la planta son las hojas y el tallo, y no en el suelo.

Vemos el suelo como algo inerte, como un recurso que podemos moldear de acuerdo al cultivo que se nos antoje, dominarlo y explotarlo con prácticas poco sostenibles, y llenarlo de químicos para hacer crecer esas plantas abundantemente y asegurarnos un máximo rendimiento en el corto plazo.

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Sin embargo, en el largo plazo estas prácticas son devastadoras, y lo que están consiguiendo es la destrucción del patrimonio natural y alimentario de nuestro planeta. Actualmente el 52% de todas las tierras cultivables a nivel mundial están degradadas -principalmente por prácticas agrícolas inapropiadas-, y cada año 24 billones de toneladas de suelos se pierden en el océano debido a erosión por viento y agua.

Lo terrible de todo esto es que el 95% de los alimentos que consumimos dependen de estos suelos. Y sin suelos -o con suelos pobres, erosionados y degradados-, no hay comida. Todo esto además, en un panorama global donde la población sigue creciendo; donde se esperan 9 billones de personas para el 2050 y el doble de producción de alimentos.

LA MIRADA DE LA PERMACULTURA Y LA AGROECOLOGÍA
En Septiembre de este año tomé el curso de Certificado Internacional en Diseño de Permacultura que imparte el Instituto Chileno de Permacultura, lo cual fue una de las experiencias más interesantes y transformadoras de mi vida.

Aprendí mucho sobre muchos temas nuevos tales como energías renovables, manejo de agua, bioconstrucción, protección de semillas y suelos. Pero lo que más rescato de la permacultura es la mirada holística que le da al diseño de proyectos a través la observación e imitación de los patrones de la naturaleza.

En ese sentido, el foco que se le da al tema agrícola es el de la agroecología, o la coexistencia pacífica de los ecosistemas naturales, y donde el ser humano es una parte de la ecuación pero no el todo dominante. El diseño de proyectos agrícolas en permacultura ve cada granja como un ecosistema único y un componente esencial en el equilibrio de la biosfera, cuyo objetivo es proveernos de buenos alimentos al mismo tiempo que preservamos y regeneramos los suelos.

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REGENERANDO SUELOS
Cuando el suelo se daña, emite dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Demasiado CO2 en la atmosfera está haciendo que el planeta se sobrecaliente y que nuestros océanos se acidifiquen, peligrando la vida de los ecosistemas marinos. Por otro lado, hoy no hay suficiente carbono donde alguna vez estuvo, en los suelos. De hecho, muchos de los suelos cultivables han perdido más del 50% de sus cuotas de carbono originales.

Uno de los grandes desafíos que tiene hoy la agricultura es la tarea de regenerar los suelos donde se cultivan nuestros alimentos. Es la clave para tener un sistema alimenticio sano, para mitigar el cambio climático, revertir la erosión y salirnos del ciclo nefasto de pérdida de nutrientes al que hemos condenado nuestros suelos.

La buena noticia es que hoy sabemos cómo poner ese carbono de vuelta en los suelos donde pertenece, y con un proceso tan antiguo como la naturaleza misma: la fotosíntesis. Gracias a la luz solar, las hojas de las plantas absorben el CO2 de la atmosfera. Por un lado liberan el oxígeno (O2) de vuelta a la atmosfera y por otro lado incorporan el carbono (C) a su estructura y lo transmiten al suelo a través de sus raíces, que a su vez alimentan a los microorganismos que viven en el suelo. Así, lo que antes era carbono atmosférico, un problema, se convierte en carbono terrestre, una solución.

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Prácticas como el mulch (suelo cubierto), los policultivos, el compost, técnicas de cero labranza y pastoreo de animales cuidadosamente planificado, son técnicas probadas en Permacultura que sirven para devolverle el carbono a los suelos. Los suelos ricos en carbón actúan como esponjas gigantes, absorbiendo más agua en tiempos de lluvia y entregándosela lentamente a las plantas en tiempos de sequía. Además, se convierten en suelos mucho más fértiles y provechosos, capaces de producir suficiente comida para todos, de manera sostenida y respetuosa con los demás seres vivos. En un puñado de suelos sanos, hay más microorganismos que personas en el planeta. Es como las bacterias de nuestros intestinos, un mundo de microorganismos claves para nuestra subsistencia.

Si todos los países del mundo incrementaran el carbono disponible en sus suelos en un 0,4% anual, podríamos contrarrestar el 75% de las actuales emisiones de CO2 en la atmosfera. Un avance suficiente como para marcar la diferencia en el panorama del cambio climático a nivel global.

No necesitamos tecnología de punta para crear un sistema agrícola sostenible. La solución a la regeneración de nuestros suelos está precisamente en el mundo bajo nuestros pies.

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A la izquierda, una muestra de suelo falto de carbono y a la derecha una muestra de suelo muy rico en carbono.
(Fuente: Permaculturenews.org)